Los ocultos rastros,
las erupciones pequeñas y precisas
de lo que el relieve ha hecho,
los pasos dados por error
que el pasado dejo puestos en fila
y que el astro rey nunca toca,
son ya detalles,
testimonios callados
y puedes verlos entre uno
y otro parpadeo,
o cerrando por completo los ojos,
son como estigmas de dolida queja,
monjes sin logia
cuyo único quehacer es observarnos,
no vemos sus caras,
las llevan cubiertas de tedio
y solo nos son reconocibles
porque llevan una marca que iridisce,
la mueven incesante mientras andan,
ocultándola,
mostrándola...
De cara al agua
que pasa a nuestro lado,
ignorando que estamos allí,
todo se ordena como en noche de juegos,
cada cosa en su lugar
y cada valor exacto al argüir
aunque sospeches,
que solo somos señas en heráldicas,
huellas perdidas de semánticas usadas,
irremediablemente superadas
por una menos perfecta
con su etimología caprichosa,
porque en fila aguardan las palabras
a que algún nombre las recuerde,
en eso acaban las memorias
definidas y ciertas,
de la mano tomadas como huérfanas,
que no saben que tuvieron padres.
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
• Copyright ©