ELLA Y ÉL
Pondera el estilo rival iconoclasta
a la palabra infeliz recién llegada...
La mide de las corvas a la frente,
desdice de su halo y lentitud,
a pesar de que admite indiferente
su belleza elocuente y estertórea,
cuando le dice hola, es bueno verte,
sin el ánimo que debería poblar
el gesto de mirarla frente a frente...
Ella mira al presente advenedizo
con su yugo insertado en la cabeza,
le dedica dos segundos de atención
para ver sin emoción que no hay belleza;
es solo el perro fiel de la condesa,
el marfil incrustado en la baranda
que ante el cielo ignoran pájaros y aves,
es el dolor de miles de orfandades
el estilo señor que cree ser dios...
Debe reconocer mas no lo dice
que su alcurnia precoz e insistente,
tiene algo de candor,
sutil, plomizo, inevitable
ver que mira infame su llegada
ya tarde para dar y recibir,
ese significado que faltaba,
el sentido real y allí el probable
que diga la razón de bienvenirlo,
al estilo mejor, que a lo que viste,
y dejar sin mirar como él lo hace,
a la dueña del quicio y el burdel,
la dama que gerencia el íntimo acto
de nacer y nacerse, y regresar
solamente ataviada de sus signos,
que llamamos por siempre, abecedario...
ante ella el estilo duerme avaro
y se desnuda en un eufemismo...
a la palabra infeliz recién llegada...
La mide de las corvas a la frente,
desdice de su halo y lentitud,
a pesar de que admite indiferente
su belleza elocuente y estertórea,
cuando le dice hola, es bueno verte,
sin el ánimo que debería poblar
el gesto de mirarla frente a frente...
Ella mira al presente advenedizo
con su yugo insertado en la cabeza,
le dedica dos segundos de atención
para ver sin emoción que no hay belleza;
es solo el perro fiel de la condesa,
el marfil incrustado en la baranda
que ante el cielo ignoran pájaros y aves,
es el dolor de miles de orfandades
el estilo señor que cree ser dios...
Debe reconocer mas no lo dice
que su alcurnia precoz e insistente,
tiene algo de candor,
sutil, plomizo, inevitable
ver que mira infame su llegada
ya tarde para dar y recibir,
ese significado que faltaba,
el sentido real y allí el probable
que diga la razón de bienvenirlo,
al estilo mejor, que a lo que viste,
y dejar sin mirar como él lo hace,
a la dueña del quicio y el burdel,
la dama que gerencia el íntimo acto
de nacer y nacerse, y regresar
solamente ataviada de sus signos,
que llamamos por siempre, abecedario...
ante ella el estilo duerme avaro
y se desnuda en un eufemismo...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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