martes, 28 de marzo de 2017

CASA DE LUCES / Poesía de José Ignacio Restrepo



LOS MÍOS


El pasado reposa tranquilo en el portal
en los postigos húmedos,
en los umbrales grises,
en los bellos retratos de cuando éramos niños
y las paredes rotas por el paso del viento
que parecen callar no por el abandono
sino por no asombrar a esos que traspasan
sin mirar con los ojos
el pasillo del tiempo.

Sembrados de calor recuerdos en la mano
me piden descansar entornando los ojos
y al que pasa lo abrazo
y le rezo al oído
pensando que está ella
reclinada en mi abrazo...
mustio trago de vino que pasa la garganta
sazonada de vida, de cantos y congojas
unas tan compartidas
otras hechas a solas,
unas que conocieron los cercanos de sangre,
otras acometidas a solas por mis pasos.
Y hoy se ponen de frente,
de frente ante sus ojos,
vidriosos, nacarados, viajantes ante el cielo
pidiéndonos sigamos en la huerta de vida,
sembrando y cosechando cada hora prestada,
cada paso fortuito,
que parece pueril,
sin olvidar la ruta y ese ávido objeto
tenido por tesoro, mirado y deseado,
que lacró el sentimiento en filigrana de oro
y le dio a cada uno
objetivo y sustento...

El pasado reposa tranquilo en el portal,
lindas fotografías anuncian que están vivos
esos que corretearon, riendo en el zaguán
y regaron con migas
de pan sobre la mesa,
y crecieron de talla sin darse apenas cuenta,
y se fueron un día
para no más tornar...


JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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jueves, 23 de marzo de 2017

PARA ANA, EN SU POSTRER VIAJE.../ Poesía de José Ignacio Restrepo




TRES ESTACIONES


Justa es la virtud del buen crecer
y la agradece el árbol caído sin saber
por el crecido peso de su propio follaje,
al verse horizontal ante otros verticales,
sin poderse parar o doblarse en la mitad
mientras pide a fuerzas que le son extrañas,
ser llevado al valhalla para que cuenten con él
la suma ineluctable de los vientos vividos...

Del recuerdo fecundo de esa bella estación
que solo descubrió cuando comenzó a alzarse
y vio el valle de Escipión y los puentes de vidrio,
y las obras calladas de otros antes sepultos,
cree ver en sus ramas aún breves y cortas
la calidez de madres y padres en el bosque,
los vientos que mecieron sus sueños de crecer
y repitieron ecos valiosos y pasados,
que le brindaron fuerzas cada vez que sintió
que este corto sueño ya pronto acabaría...

Divisó cada día el sueño de lograr
ver el alto piamonte mientras nacía el sol
como premio al trabajo de fijarse del suelo...
Una mañana antigua descubrió que tenía
grises de tonos bellos pegados a su tronco
y los cantos mejores de bellos picaflores
anunciaban el cambio a esta otra estación...
observaba sin duda los riscos alejados
que ya había soñado cuando tuvo promesa,
de todos los más altos sentados a la mesa,
del viento bienvenido visitante del norte...
cuánto gusto mirar sin tener que empinarse
todo lo que envidió a otros sin saber
que el llanto por crecer estaría pagado
por la vista del sol naciendo de la piedra,
mientras líquenes nuevos crecían a destajo
en la piel de colores y fuerte como el alma...

Solo fueron segundos de mirar ese sol
que como hermano viejo se funde a nuestra diestra,
sus ícaros volaron de las ramas más altas
dejando casi a solas el mejor de los sueños,
el de alzarse sin más desde humus reinante
con todo su follaje intacto por crecer,
desde el lejano ayer cuando era un arbusto
y el verde de los otros tapaba cualquier luz...
Llega esta legión de suaves, rumorosos, ilesos,
moradores del cielo atados a la tierra
que de tanto crecer llegaron a los cielos
una noche de otoño por siempre prometida,
sus líquenes y musgos volátiles mazorcas
elevándolo grácil, desnudo de impaciencias,
y acaso recibir un lugar en el bosque
donde crece perenne
el secreto de ser....


JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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viernes, 10 de marzo de 2017

LUZ DE PEQUEÑO DESVÁN / Poesía de José Ignacio Restrepo


LA CAVA



Hago visita al arca donde no llevo animales,
solo mis fisuras planas, aromas de ayer en el aire;
y cuento con las dos manos las caídas destempladas,
en las marcas del coraje grabadas en las paredes,
ahora cubiertas del musgo que traen siempre los años
para hacernos más humildes, algo toscos, más huraños...
eventualmente propensos a olvidar los malabares
de esos intentos circenses donde salimos airosos,
para centrar la mirada en las hojas de la prensa...
o en un sitio más seguro cercano a la entramada
donde vuela un colibrí que me convenció de darle
su ración diaria de pan y su pocillito de agua,
y que ya por fundamento le coloco como un padre.

Voy en un verso prestado como arroz entre su cáscara,
filial de otros que me miran, que comparten desventuras,
unas dignas de contar, otras pávidas de olvidos
que se envejecen cual pan sin que las oiga un oído...
Tengo miríadas de versos atascados sin tildar
y ciudades por crear que no tengan monumentos,
cercanas alegorías que no resisten azar
y a las que temo pintar en mis cortos padrenuestros,
pero me alumbra el zaguán de este lugar alquilado,
su mármol acrisolado y su vista a la ciudad,
cuyo aire enrarecido se venga del que respira
pero de lejos se ve auspiciosamente linda...
De esta cava solariega donde hace falta el vino,
puedo contarles que acaso la humedad es demasiada
y el deseo de salir suma y resta al de volver,
por éso froto mi piel contra recuerdos calientes
y hago breves inmersiones en un ron de doce años,
que demora en ese estante cuatro visitas al pozo...

Toma horas renacer cuando decido venir
a esta jaula sin barrotes donde vive todavía
la esquina donde tenía mis amigos reticentes
a prestar vida a la gente y dejar ellos de ser,
también veo el neceser de mi tía Barbarita
del que tomaba prestados cigarrillos mentolados
y su candela más bella con cubierta rosa nácar,
que robé cuando supimos que ya no se levantaba... 
y las riberas del ser que a diario se me ensanchaban
dándome a mi quehacer de correr todos los días
ese lugar legendario donde todo cobra vida
que ahora llevo por pedazos metido en el corazón...
y del que saco bagazos para hacer algún lugar
a estas diarias aventuras desde la silla de mimbre,
herencia de mi papá que no tengo a quien dejar
y que ya tiene tallada la silueta de escritor.


JOSÉ IGNACIO RESTREPO 
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miércoles, 1 de marzo de 2017

LOS SEGUNDOS ROBADOS / Poesía de José Ignacio Restrepo


LIBRE


Libre de mi...
Aquejado de estos males nuevos
que no se dejan decir
ni poner fácilmente los linderos,
espejos de agua, líquenes profusos,
cascadas reversadas e interiores
que nadie puede ver
aunque se asome a lo más profundo
con cuidado.

Libre de mi,
enterrados los estragos viejos
que me llevaban a ciegas desplumado
como martín pescador
sin ruta de regreso,
como espinado cerdo 
que ya no encuentra gozo
en frotar su cuerpo recio de dolores
y tunante por saberse defender
contra aromas vivientes en las flores
que mal está arrancar
para tener.

Libre,
los asuntos detenidos
en carpetas ya descoloridas
y puestos en talleres que no tienen
Ésto sale o Entra,
como suelen tener en todas partes...
no es menester un orden avalado
por experiencias probadas con tesura,
ni tampoco el pago atemporal
de errores con su propio pedestal...
y menos cohonestar con el pasado
en aras de zanjar el porvenir,
sin repetir lo malo, indeseado,
por no saber servir.

Ya el pago
entró en alguna caja
y hace de algún refuerzo,
no sé cual...
importa por lo menos que ha pasado
y aún brilla en los ojos
esta curva de hoy
mientras bajo 
en este inconsútil tobogán.


JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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