EL ARMARIO
DE MI MADRE
Vi
los sufragios viejos de mi madre
que mencionaban las muertes del olvido,
las bolas ya no blancas de alcanfor
que solía poner en los bolsillos
para alejar, decía, la polilla,
de aquellos trajes que debía preservar,
del tiempo errante que daña sin querer
lo que se cuida del trámite y la ira,
vi en el mismo cajón mis poesías,
las primeras novatas abstracciones
que del pecho filial me florecían,
cuando solo tenía trece años,
y mi madre llenaba cada verso,
cada palabra hecha de color
que venía como hebra larga y pura,
viajando desde el mismo corazón...
Vi su colección de encendedores,
con mecha a gasolina y nácar viejo,
recordé que jugando a ser mayor
me llevé dos bonitos una tarde,
mi madre descubrió que le faltaban
unos años después me preguntó,
si era culpa de los viejos mecheros
el tabaco y mi escuálida adicción:
por favor, precisé, madre querida,
cómo piensas que algo que sea tuyo
me podría dañar de alguna forma,
yo adquirí ese hábito perverso
sin ayuda o al menos no la de ella,
éso fue hace muchos, muchos años,
el cigarro hace rato lo dejé...
Me miró como miran esas aves
en los palos de mango sus polluelos,
como mira la desnuda estatua
a un Adonis que es apenas cara,
pues de andar entre trasteos y queremes
el cuerpo en marmolina ya perdió...
Ay, mamá, sabes tú cuánto te quiero,
más bien cierra tu inmenso escaparate,
pues mi infancia parece de él brotar,
desde el día en que llegué tan tarde
que lloraste al verme regresar,
hasta ése que tú ya olvidaste
y no dejaste huella para mí,
solo sé que reímos y lloramos,
y que luego sin tu venia
yo me fui...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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