SIN CIELO
Destacamento de feos cuasimodos
que por calles abiertas y cornisas
persiguen la huella augusta de mi paso,
ese llamado delirio,
que constituye mi labor más fiel,
mi condominio
y también mi baño...
Los veo aterrizar sobre el jardín
revolcándolo todo,
inseminando de pavor y fin
cada semilla puesta, cada árbol,
con su tren de sonoras carcajadas
y blasfemias continuas,
que bendicen lo muerto tantas veces
sobre todo lo vivo
sin pesar...
y paso correteando este recinto,
cruzo ráudamente este salón,
llego hasta mi cuarto como un loco,
y me meto en el closet
donde tengo,
en secreto mi viejo Stradivarius,
- arma para lograr apaciguar
a esos viles cuaternarios -
toco las cuerdas con el corto arco
y miro por la hendija
en un segundo...
veo como sin defensa explotan
los soldados del mal, los de la muerte,
se convierten en polvo sutilmente
cuando encallan como polen viejo
en las sábanas de mi propia cama,
duendes pequeños que no tienen voz
a los que yo acaricio
tiernamente...
Luego voy a la cuerda y la desanudo
del travezaño ignaro y mal sufriente,
no basta intentar que me suicide...
el poeta tiene un pacto de azucenas,
siembra flores en el sitio de la muerte
y visita a los muertos
sin premura...
ellos cuentan sinceros y explayados
el motivo de su honra
y su pesar,
y yo leo en sus ojos atristados
que llegaron ayer a este lugar
por no tener su fino Stradivarius
para alejar a esos soldados rasos,
que vienen con la muerte
entre sus brazos
para colgarla amante de tu cuello,
y que pierdas el aire, la batalla,
y el amor
y el último resuello,
y el vigor de querer seguir viviendo,
y salir por la tarde o en la noche
en busca de algún cielo
aunque no tenga color,
aunque carezca de dulce o de destello...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
• Copyright ©