TRES PALABRAS
Bajaba como a cien, casi con alas,
sentía el viento bronco congelado
pegándole en la cara sin vergüenza
como si fuera un ávido astronauta
y no una atrevida, una ciclista
que conduce su hermoso caballito
color morado azul -sus favoritos-
Tiene fe en llegar en seis minutos
y hace rato dejó de ver el lote.
Una joven trató de irse con ella
pero su pedaleo incomparable
la dejó regada sin compás
dos kilómetros hace, muy atrás...
Muy atrás si, como su pelo largo
que regaló para la mítica campaña
que la eligió hace un año como reina,
no tiene cáncer pero ella es lucha pura.
Atrás quedó Raúl que le dio guerra
pues no puede decir que le dio amor,
y el árido escozor de no tenerlo
la hace contenida de vigor
y nada para la melancolía...
Atrasada la gana que de día
la levanta y la sube hasta el rodillo
para hacer los cincuenta cotidianos
cuando cae la lluvia y aún dormita...
¡Va a llegar de primera, no lo cree!
Las lágrimas le brotan de los ojos,
por un momento tapan su horizonte
y luego ve surgir un bulto enorme
y no puede evitar chocar con el...
Es un repartidor de gaseosa
y alcanza a ver Gloria que es la misma
que les brinda desde siempre patrocinio...
Ella vuela lejos, parte el casco,
alcanza aún a pensar que todo es fiasco,
la mole sin poder ver lo que pasa
parte sin dilación su bicicleta
en mitad de un polvero...
En el negro del golpe muere el sol
y la conciencia simplemente cae
como un soldado que sólo requería,
un poco de paz, para llegar ileso
a su guarida...
Y acaso ganar si se podía...
Pasa un mes y despierta, gloria a Dios...
Pregunta qué día a es, y por su perro.
Y quién ganó ese día, ¿no fui yo?
Al quedarse otra vez sola en la pieza
llora al ver el yeso que le cubre
las piernas que antes eran sus dos alas
y luego cuenta lento sus palabras.
Las que nombran la gente que conoce,
las que dicen de ella,
las que lleva escritas en el alma...
Se da cuenta que tiene menos que antes,
un problema angustioso por el golpe...
Ha olvidado sin más las tres palabras
que la trajeron con vida hasta este sitio,
no recuerda al amor, su corto nombre,
tampoco puede dar gracias a Dios
que la tuvo en sus brazos levantada
para que no la pisara por completo
ese carro infeliz de gaseosa
aquel día fatal de la carrera...
Y la palabra pecado, ya no sabe,
no recuerda que su bello papel
la dejaba después y reparada
en aquello que todos llaman gracia...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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