RÉQUIEM TERCO
Todos,
no todos...
Tentados
vamos de tomar una piedra
y estrellarla contra el vidrio de los carros,
los
mofles repiten otra vez
que nuestras flatulencias no son nada
comparadas con el
humo abyecto e irritante,
que tiene que ver con que todo sea más veloz,
la pértiga que se alza para anunciar la hora del halón
cuando comienza el diario robo del ámbar que nos llena
y caemos de nuevo de derecha hasta izquierda
en esa infame trampa de cambiar nuestra vida
para vivir una hora como ellos nos digan,
ese humo que cuenta negro y vil
cómo se llenan aún más las arcas ricas
con la mora
de proteina y de agua contenida,
infamemente expuesta en los pobres hijos del
mundo
que marchan con sus ánimos a pie...
sueltas las piedras,
todos...
no todos...
preguntar sin hablar
otro porqué....
Mi
pie derecho que va certero tras mi izquierdo pie,
la tierra ya es toda, toda, un
horrible, un inmenso cementerio...
pero algo vital mira desde los rostros
callados
de los que hacemos con la piel curtida el mundo...
sol de
asbesto,
voz de sentido inmaculado,
terigios que no tapan la luz y más bien desbrozan sin descanso
ese deber ser de que hablaban los maestros...
Y
hechas las sumas y las restas nos sube el vaho del mundo,
se coloca la luz nueva en la
tramoya de incendiarlo todo
para que mire dolores que inuguran
un adelante o un atrás,
y entonces se queda sembrada esta penumbra
soslayante
en este ahora que duda que ha hecho de nuestra mente su latencia
mientras se acopla pregunta con
respuesta
y deseo con tenaz necesidad...
rúbrica sobre el azar que trae pernos y cuñas
para ajustar los iris que están hechos de tedio,
para dotar de calibre a la mirada otrora infalible...
entre lectura atisbo una
cadera que da forma a mi mano
de manera impetuosa, tenaz, incorruptible...
es una yegua dormida
esperando el canto del tacto,
el ritual preparado para la misa siseante de los
cuerpos...
el vaho del aliento que acerca a los ojos
para que sean
testigo y fundamento de otro sacrificio...
Todos, pero no todos...
Solo
somos testigos del hallazgo,
mentideros para adentro,
profanadores de
la religión de pedigüeños
que hacen fila adentro del pecho abierto
y solo entre el abrazo de los cuerpos
se convierten en hálito de santos...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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Maravilloso poema, cuantas verdades y como las dices de una manera profunda, que llega pero siempre en tu estilo que siempre es elegante y sincero, gracias poeta por estas bellas letras tristes pero hermosas, feliz noche.
ResponderEliminarSiempre gracias a ti Loly por tus palabras y tu visita...Abrazos!
EliminarEste es un poema que trasciende la limitación ideológica, desprendiendo a la palabra de cualquier inclinación o para prestarse al juego de la corta visión del ser humana que ha caído entre las aspas de la rueda, que lo hace ir de un extremo al otro, perpetuando su explotación entre los dos ejes, José Ignacio. Es un placer leerte, un auténtico placer leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarAy Daniel, apenas veo el lindero precioso de tu voz, perdona...No saber cómo estoy de alegre de refrendar en mis ojos el sagrado eco de tu paso, que cruzaron con atención estos pasillos húmedos de mi casa de voces...Siempre bienvenido, amigo, espero leas mi respuesta, dada hoy domingo 20 de setiembre, con todo cariño, un abrazo amigo bueno...
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