es mi mentor,
acaso también prosélito, los martes,
acata cuando está con mi silencio
que debe acompañarme con el suyo,
sin saber que yo tengo su mirar
como lugar de augurio, como trampa,
pero sus gritos lamen en mi espalda,
esos granos nacidos de pasar
tantas horas sentado maniobrando,
entre historias jamás muy bien contadas,
escuchadas a solas, reparadas,
muchas horas luchadas sin luchar
este hacer no es como tú crees,
tirarse al mar con ingrávida escafandra...
Tras los vidrios planos e invisibles
de mi casa de hielo,
bajo el techo de nieve
que es mi ahínco,
cargo el celo con párrafos logrados
que resisten ya dos o tres leídas,
y luego me deshago en improperios,
por no saber desde antes qué seguía...
Mirado con respeto por mi gente
que espera desde afuera les de vida,
clavo sobre las teclas nuevamente
mis deseos de ser clarividente,
y comienzan a nacer pero ya grandes,
esos que yo traslado y reconvengo,
en dos, o tres palabras con mi tono,
igual, particular, tan propio...
Yo soy el que he querido tantas veces,
soy de recién paridos escribano,
dador de vidas furtivas de antemano
que acaso solo visiten mis dos ojos
pero que juntos conmigo aún porfían,
continúan con fe mi senda ansiosa,
aguardan a mi lado otras historias,
durmiendo mientras llego a donde aguarda
y pueda simplemente hallar su voz,
mientras pongo la luz en un mirar
que hasta hoy no tenía
sino el renglón vacío en su lugar...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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