sábado, 23 de noviembre de 2013

DETÉN LOS ALTAVOCES / Poesía de José Ignacio Restrepo

RUISEÑOR


Con el aval de un libro taciturno
donde dejó sutiles ronroneos
mi gato bartolero,
recupero mi duda por leer
y el pálido saludo reaparece,
frente al vasto panel de la ventana
donde alguien me llama...
Es azul, 
el migrante que no halla su comida
dejada con silbidos cada tarde, 
voy por ella, la traigo, la coloco,
es inútil, se ha ido...
Con su imagen tocando el vidrio alto,
me marcho a las esferas de lo simple,
 penetro en ese oscuro terraplén
rumbo al feroz edén
 de mi futuro...
No estás tú,
ya te extraño, te dejé,
las planas mil sonrisas que me diste
rondan el alfeizar de mi pasado,
y en el cojín que ampara mi cabeza
veo tu dulce de fresa empegotado,
como saliva de niño no lavada,
y recuerdo alabanzas a mi encanto
que dabas con tus ojos largamente,
las breves y las largas,
y esas otras
configurando besos delicados,
cada uno distinto al anterior,
cada uno viajando como líder
a la historia que apenas
cesa hoy...
Miro la tapa, la foto, el epigrama
donde narra el autor sus datos ciertos,
luego pregunto en voz alta
quién soy yo,
y sin más, sin peligro me respondo,
el verso de hoy yo soy,
y el de mañana,
soy el canto, la fuga, la explosión,
la palabra nacida aunque precoz
y la mejor de todas, bien pensada,
así esté errada por poco trabajo,
ese soy, el que canta con motivos
y en la tarde con el día ya vencido
pidiendo su comida prometida,
toca incesantemente
en la ventana,
y espera poder sin duda regresar
con su palabra filial
en la mañana...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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