COLOFONES
Y luego digo,
ante el dios silencio,
entrégame a Provenza,
se mi aliento cristiano o mi acertijo,
clávame esos salterios, soy mendigo,
entronizando el yugo con la mano
para que sea tu voz blanco sudario,
cotidiana presea y no castigo...
Alazán con alas vuela alto,
el delta de mis ojos es su arribo
la desgana costumbre de volar
se acaba con reptar los logaritmos
y vos que regresas a mis dominios,
nunca sales del pozo donde brillas...
Invítame a nacer amigo santo,
yo te invito a morir ya de alegría,
ante la piel del otro solo observa,
fatal que haya en ella inquisidores,
pero ata una cuerda a tu cadalso
para que nunca olvides el origen,
pudiste no saber y ahora sabes,
ese es el galardón, divino púgil,
la suprema emoción del que descubre,
su ilesa potestad de erigir dioses...
Y cuando sin hablar brusco la llamas,
compadecida ella y vos de ella,
excelsas notas brotan de su lira,
majestades del hacer concupiscente,
porque son de creyentes sus bastiones
y los gritos de pesar que dieron luz,
por tus letras precisas y emociones,
vivieron su hegemónica virtud...
en cada verso gitano y principesco,
fueron par y aun lo siguen siendo.
Cántaros traigo,
para llenarlos en el agua de esta casa,
con ella sacra me baño,
riego mi huerta húmeda, la tomo,
arde como aguardiente pero es simple,
mi corazón y todo lo que toca,
de moribundo pasa a rehacer,
cada recuerdo limpio del ayer,
y hacer mediante esta estratagema,
una cura de alma, una limpieza,
que le devuelve años a mi vida,
la pluma finalmente resucita...
Variedad de armónicos sucesos,
la vereda se olvida de las horas,
se caen los cerezos, huye el trino...
veleidoso y tajante, el desatino,
al ver que yo no llego, olvida el tiempo,
como viento que suma al cabestrante,
la ilusión de cantidad y dirección,
yo por vos y sobre ambos todos,
creemos ser fulgor entre las brumas,
criterio que si emerge cura,
duna sentida donde dar descanso
a nuestros huesos,
oxidados cual letrinas.
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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