TRAE PREGUNTAS LA
NOCHE
Quieres saber,
acaso somos torpes
lazarillos ciegos...
Presumimos de saber
el camino,
y la noche triste y
el silencio
que enmudecen e
intimidan
las fibras del alma
son,
decimos, momentos
de frío, en efecto,
y no los monstruos
que derriban
el ánimo más
dispuesto,
el de los más
fuertes.
No somos valerosos
sino suicidas,
locos temerarios
que ni huellas dejamos
tras nuestro paso
majadero.
Para buscar las
estrellas
ensuciamos el aire
que nuestros hijos,
sin remedio,
toserán mañana.
Y ya tenemos luz
dentro
pero cosemos
nuestros ojos con alambre
para oxidar lo que
vemos
mientras cantamos
rituales de guerra,
que decimos son
odas de amor,
odas a las pérdidas
fatales
que se escabullen y
se abandonan
sin que la historia
víctima logre el olvido.
Son nuestras voces
gritos de niños cuyo padre
se corta las manos
con el hacha
conque tumba el
bosque,
para alimentar sus
futuros fatuos,
gritos de niño que
ondea banderas
de sitios caídos en
desgracia,
de continentes con
hambre
que alimentan
faenas de esclavos,
naciendo y
muriendo,
a continentes de
áspera opulencia,
gritos de niño
belicosamente yendo
al abrazo
fratricida con su hermano,
que despertó de la
noche con la fe
de que todos los
demás le son hostiles.
Agua detenida,
en que veo
reflejada una cierta altivez,
quizá un desdén
de un par de ojos
que otra vez,
otra vez van a
buscar la guerra.
Agua detenida,
veneno con apariencia de hidratante,
donde miro a mis
ojos que me ven
con sentido
desgano,
por intentar legalizar el
sobresalto
de llevarlos a
mirar la guerra...
Este día de opaco
teatro con minutos de asombrado ayuno
por dos días no
verla entre mi sueño,
sino hilando sus velos.
No venida de
torrente,
hija de olvidada lluvia,
agua de luces
venenosas
te quisieras calmasedes sin fecha
entre mi
cantimplora de piel,
y acompañarme en la
tristeza que justo hoy
está abriendo sus
pétalos,
tan hecha para mis ojos,
para mis párpados
precisa,
y ellos que se cierran obedientes
sin querer verse
cerrar en el agua.
Porque eso tiene la
vida de sobra.
Desiertos y
honduras
y sedes extrañas.
JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor
te acompaño en este pasaje mirando con tus ojos y escribiendo con tus letras. gracias por la etiqueta.
ResponderEliminarPor atender la cita, por la sed calmar de mis venosas manos compartiendo mi agua, querida Rocío, siempre gracias...
ResponderEliminarLa misma vida que nos ofrece atardeceres, poesía envuelta en húmedos amaneceres, sueños, paisajes, belleza, nos puede abofetear de repente con su aliento de miseria, y dejarnos en la frente, en la tez una mueca silenciosa, sin clemencia, el duelo más voraz alojado en la conciencia. Te aplaudo tu destreza.
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