jueves, 5 de mayo de 2011

CORAZÓN CANCIONERO / Poesía de José Ignacio Restrepo


A LUZMA…


Los cantos que se quedan,
los cantos que guarda el pecho
de los malos aires
y tan pronto se musitan en suspiros
tienen aire salido de tu seno,
esos que vienen a los labios
cuando tarde la montaña se oscurece,
la silueta montaña,
la fronda que allí quieta
hace sombra mientras paso caminando,
el indígena antiguo
que no sé porqué sonríe
tiene algo de tu nombre,
lo sé,
me siento extraño
con tu nombre prendido como luz,
entreverado entre mis manos y mi alma,
como una cantimplora,
como un hacha,
como un camino de bosque
que se ancha,
que conozco, que no conozco…

Es verano,
hay un sol resplandeciente esta mañana,
estoy cantando en voz alta
canciones que llevan tu nombre…


PRENDA DE ADIÓS


Devuelve la visión del fuego
y el hedor suave de tumba abierta
a la gruta de malos sueños,
que lejos está el laberinto
de los muertos vivos,
y yo el pan soy,
soy el agua de sal,
hijo de vientos fríos
nada puede la muerte sobre mi,
caída ley, rey pasado,
vuelva por ti tu pie a la sepultura
que yo no puedo cargar
sino mis propios ropajes,
no puedo servir sino a las ilusiones,
que van atadas con vigor a mis sandalias…
Me veo el sello lacrado en la piel del pecho,
tiene un solo sol naciendo
bajo dos alas que se abren,
juntas dan sombra a la liebre rugiente
que un niño entre sueños acaricia,
veo todo en mi pecho
que habita mi corazón trashumante,
no es sordo,
no es mudo,
ni inane,
no es implorante,
ni indigno,
es ardiente y capaz de ser amante…
Las horas de morir pasaron
y el fuego que consumía esa tumba abierta
no despide humo ya de si,
pues hallaron justa sepultura,
en mi pecho el sello de seguir
los rumbos que no llevan tu huella,
halla la paz deseo,
mujer,
que no tu duramadre la fractura
en la roca,
que no veas dolor deseo
ni en tu día,
ni en tu noche…

JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor

2 comentarios:

  1. Mejor una canción iluminada que una despedida, o el deseo que la muerte aunque ni de lejos pueda verte, mejor ser otra u otro día, o la ultima astilla prendida que quedó, como silente testigo, del incendió que arrasó el cañaveral en otro día, que es también este mismo... y se el pan o la hostia bendecida, yo me convierto...

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  2. Llego pulcro a la prueba, con la cara ardida de la tarde y el sol fenecido entre brumas ajenas y nubes oscuras...La hendidura de la piedra en mi cabeza aún no cierra y todos los pensamientos han comprendido que deben emprender la fuga, pues no habrá otra oportunidad como esta ...Y tu, aliada de los vientos, mecenas que no sabe del olvido,¿Cómo esperas retenerme en tu memoria si diluido me tejes en tus bellos axiomas?¿Cómo osas predicar entre estas ceibas, sobre el árido porvenir que produjo mi derroche desatado?,¿cómo volverás a ser mi perdido aroma retornado?

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