lunes, 2 de mayo de 2011

CON SAL Y ALGAS EN LA PIEL / Poesía de José Ignacio Restrepo

EX – LIBRIS


Sin embargo, lo que el albur desteje
en quebrantado amago vespertino,
no es más que otro mensaje elusivo,
sagaz,
para expandir su herencia entre tus iris
o tus marcadas yemas,
que ahora tienes mojadas por vino.
Esto, que llamamos destino,
tiene su origen no sé dónde,
pero,
dijo cualquiera (y yo oí, y me gusta)
que parece provenir de un flirteo pagano e imprevisto
entre seis supervivientes de un ejército de ásteres
que vagaban sin rumbo,
y una estrella caída,
gastada su luz de volar contra el viento,
infecunda, maltrecha, loca...
Eso que decimos, al nombrar al destino,
suele ser una idea segada con hoz de hierro
por triste verdugo,
cualquier tarde, ya noche.

No es más que una invocación
que ha rodado imperturbada entre los siglos
y llega hasta aquí, en este segundo,
como albor no abrevado
que se meciera entre el rútilo y la lágrima.



LA CLARABOYA



A veces la piel, 
hecha de versos, al más ínfimo toque,
puede dejarte entrar a tu propia fortaleza...
Y desde el espejo te podrás contemplar
mirándote, mirándola,
y si con suerte cuentas,
te verás entrar y salir una vez más,
por la enclavada luz brillante
en la abierta claraboya...

A veces,
pugnar por allanar la luz
nunca fue una conducta precavida,
pero si cierras los ojos mientras brilla
unos aros de guía dentro tuyo,
te dirán que el camino es el correcto,
la ventana de piel de haya muy cerca,
sólo menciona un nombre
el que venga hasta tu piel sin atadura,
y se abrirá el cielo como nuez,
que un rayo recibiera por descarga,
dejando trozos vivos palpitando,
corazones en lazo,
con las olas del mar,
y los trozos de cielo
el pálpito feliz
acompañando...



JOSÉ IGNACIO RESTREPO
Derechos Reservados

2 comentarios:

  1. Sea por siempre bendito el oxido del titanio que causó todo... que fue por el rutilo que amé tu rútilo y ahora atada a tu alma vuela la mia viendo desde arriba todas las claraboyas... era lo que el albur tejía...

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  2. Que descortés siquiera sería moverte el más mínimo cabello, y sin embargo me pego del compás a sostener al sol y a mi arrebato en el mismo pulgar, todo para ganar al dios destino y poder yo mi mano entremeter en tu largo cabello...Me doy por bien servido sí lo logro, que no es resplandecer lo que persigo...sino existir tan sólo...Gracias bella!

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