NOMBRADÍA
No tienen recia voz
son más bien un murmullo ponderado
estas letras que escribo,
que formando palabras
terminan edificando versos singulares,
hablando casi siempre de lo mismo,
hallando filialmente hermanadas glorias negras
sin pistas ufanadas o difusas
o céntrico dictamen,
solo por suerte angosta
o algún dato al margen,
esto que veis si leyendo
vuestros fanales posáis,
ésto que bello halláis,
en su nigromántico suceso
de lo que salgo ileso
pero exhausto…
Verdes llanos me arropan
cuando tiendo palabras como ropa,
de rasgada u oscura hegemonía,
si opacas cautelosas o rendidas,
mis vividas bitácoras te asombran,
no son más que prendas que subsisten,
al paso entrabado de las horas,
donde llego a mis causas como niño
y me exijo hasta arder estupefacto,
para salir con vida,
aunque lleve el corazón
muerto en las manos…
Éter de hiel me llamas
para cobrar tu diezmo por mi causa,
me quito la diadema de colores,
que sostiene mi testa adolorida,
te miro precedido de mis grimas,
como se mira al sol,
con los ojos cerrados
y el espíritu digno,
éter inmensamente bello y claro,
devuélveme mi nombre de creyente,
que he vivido mucho tiempo solitario,
y yo haré otro nudo en mi cerebro
para atarme con los pies y con las manos,
indulgente viajero que remueve
recuerdos e ilusiones voluntario,
para hallar las razones de todo esto
y batirse en sus guerras y perdones,
con sus silencios como enemigos solidarios,
mensajero de paz y tórridas luchas,
escribiente de versos remangado
nunca ya por por ahora
bebedor de cicuta azucarada,
ni suicida honorario
de causas previamente ganadas
de razón cabizbajas bien nacidas…
ni suicida honorario
de causas previamente ganadas
de razón cabizbajas bien nacidas…
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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