A MANERA DE RÉQUIEM
Distanciados
por la distancia, un poco,
sobre todo por la muerte manifiesta
de la creencia,
de la no creencia,
-esas mellizas
de expresión facial contraria
y sobre actuada-,
se viene tu sonrisa
y las rayitas ordenadas
de la piel de tus manos,
que antes llamaban mi atención
como lo hacen ahora,
casi veo
como en esas pasadas ocasiones,
ese total-hermoso-sinuoso
que muestra tu cuerpo,
bote precioso y ornado
donde como plenipotenciaria,
viaja esa, tu alma libre,
se vienen tus sonrisas
enhebradas en palabras
que no escucho,
tu boca se mueve y tus ojos ríen,
arrullo la ficción de este instante de vidrio,
pues yo se que los días
ofrecerán cualquier vez
la diáspora fatal del olvido,
ese drama pequeño
nunca fielmente convocado,
que no terciará por escenario,
o por función de premiere
y se avendrá con un martes
sin público ni dones
para hacerse saber,
y un día cualquiera
gastará su trío de minutos
y su ausencia total de campanas
para reencontrar nuestras miradas,
taciturnamente envejecidas,
para que el momento luzca como debe,
con su bajo impacto,
susceptible de poder comentarse
con los dos o tres
que supieron del pasado,
e ir luego con los recuerdos
a parar al cajón de nostalgias,
ese pequeño que se atranca al moverlo,
que llevamos allí,
no se en dónde,
los que de algún modo
y pese a las caídas mortales
en sucios y húmedos callejones de gatos,
nos empeñamos en no sucumbir
en alguna entrada aburrida,
de este tonto,
tonto teatro...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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