sábado, 7 de agosto de 2010

DESTINO Y TIEMPO / POESIA DE JORGE LUIS BORGES

POEMA DE LOS DONES


Nadie rebaje a lágrima o reproche

Esta declaración de la maestría

De Dios, que con magnífica ironía

Me dio a la vez los libros y la noche.



De esta ciudad de libros hizo dueños

A unos ojos sin luz, que sólo pueden

Leer en las bibliotecas de los sueños

Los insensatos párrafos que ceden



Las albas a su afán. En vano el día

Les prodiga sus libros infinitos,

Arduos como los arduos manuscritos

Que perecieron en Alejandría.



De hambre y de sed (narra una historia griega)

Muere un rey entre fuentes y jardines;

Yo fatigo sin rumbo los confines

De esa alta y honda biblioteca ciega.



Enciclopedias, atlas, el Oriente

Y el Occidente, siglos, dinastías,

Símbolos, cosmos y cosmogonías

Brindan los muros, pero inútilmente.



Lento en mi sombra, la penumbra hueca

Exploro con el báculo indeciso,

Yo, que me figuraba el Paraíso

Bajo la especie de una biblioteca.



Algo, que ciertamente no se nombra

Con la palabra azar, rige estas cosas;

Otro ya recibió en otras borrosas

Tardes los muchos libros y la sombra.



Al errar por las lentas galerías

Suelo sentir con vago horror sagrado

Que soy el otro, el muerto, que habrá dado

Los mismos pasos en los mismos días.



¿Cuál de los dos escribe este poema

De un yo plural y de una sola sombra?

¿Qué importa la palabra que me nombra

si es indiviso y uno el anatema?



Groussac o Borges, miro este querido

Mundo que se deforma y que se apaga

En una pálida ceniza vaga

Que se parece al sueño y al olvido.




EL RELOJ DE ARENA


Está bien que se mida con la dura

Sombra que una columna en el estío

Arroja o con el agua de aquel río

En que Heráclito vio nuestra locura



El tiempo, ya que al tiempo y al destino

Se parecen los dos: la imponderable

Sombra diurna y el curso irrevocable

Del agua que prosigue su camino.



Está bien, pero el tiempo en los desiertos

Otra substancia halló, suave y pesada,

Que parece haber sido imaginada

Para medir el tiempo de los muertos.



Surge así el alegórico instrumento

De los grabados de los diccionarios,

La pieza que los grises anticuarios

Relegarán al mundo ceniciento



Del alfil desparejo, de la espada

Inerme, del borroso telescopio,

Del sándalo mordido por el opio

Del polvo, del azar y de la nada.



¿Quién no se ha demorado ante el severo

Y tétrico instrumento que acompaña

En la diestra del dios a la guadaña

Y cuyas líneas repitió Durero?



Por el ápice abierto el cono inverso

Deja caer la cautelosa arena,

Oro gradual que se desprende y llena

El cóncavo cristal de su universo.



Hay un agrado en observar la arcana

Arena que resbala y que declina

Y, a punto de caer, se arremolina

Con una prisa que es del todo humana.



La arena de los ciclos es la misma

E infinita es la historia de la arena;

Así, bajo tus dichas o tu pena,

La invulnerable eternidad se abisma.



No se detiene nunca la caída

Yo me desangro, no el cristal. El rito

De decantar la arena es infinito

Y con la arena se nos va la vida.



En los minutos de la arena creo

Sentir el tiempo cósmico: la historia

Que encierra en sus espejos la memoria

O que ha disuelto el mágico Leteo.



El pilar de humo y el pilar de fuego,

Cartago y Roma y su apretada guerra,

Simón Mago, los siete pies de tierra

Que el rey sajón ofrece al rey noruego,



Todo lo arrastra y pierde este incansable

Hilo sutil de arena numerosa.

No he de salvarme yo, fortuita cosa

De tiempo, que es materia deleznable.

LOS ESPEJOS

Yo que sentí el horror de los espejos

No sólo ante el cristal impenetrable

Donde acaba y empieza, inhabitable,

un imposible espacio de reflejos



Sino ante el agua especular que imita

El otro azul en su profundo cielo

Que a veces raya el ilusorio vuelo

Del ave inversa o que un temblor agita



Y ante la superficie silenciosa

Del ébano sutil cuya tersura

Repite como un sueño la blancura

De un vago mármol o una vaga rosa,



Hoy, al cabo de tantos y perplejos

Años de errar bajo la varia luna,

Me pregunto qué azar de la fortuna

Hizo que yo temiera los espejos.



Espejos de metal, enmascarado

Espejo de caoba que en la bruma

De su rojo crepúsculo disfuma

Ese rostro que mira y es mirado,



Infinitos los veo, elementales

Ejecutores de un antiguo pacto,

Multiplicar el mundo como el acto

Generativo, insomnes y fatales.



Prolongan este vano mundo incierto

En su vertiginosa telaraña;

A veces en la tarde los empaña

El hálito de un hombre que no ha muerto.



Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro

Paredes de la alcoba hay un espejo,

Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo

Que arma en el alba un sigiloso teatro.



Todo acontece y nada se recuerda

En esos gabinetes cristalinos

Donde, como fantásticos rabinos,

Leemos los libros de derecha a izquierda.



Claudio, rey de una tarde, rey soñado,

No sintió que era un sueño hasta aquel día

En que un actor mimó su felonía

Con arte silencioso, en un tablado.



Que haya sueños es raro, que haya espejos,

Que el usual y gastado repertorio

De cada día incluya el ilusorio

Orbe profundo que urden los reflejos.



Dios (he dado en pensar) pone un empeño

En toda esa inasible arquitectura

Que edifica la luz con la tersura

Del cristal y la sombra con el sueño.



Dios ha creado las noches que se arman

De sueños y las formas del espejo

Para que el hombre sienta que es reflejo

Y vanidad. Por eso nos alarman.



 
EL GOLEM

Si (como el griego afirma en el Cratilo)

El nombre es arquetipo de la cosa,

En las letras de rosa está la rosa

Y todo el Nilo en la palabra Nilo.



Y, hecho de consonantes y vocales,

Habrá un terrible Nombre, que la esencia

Cifre de Dios y que la Omnipotencia

Guarde en letras y sílabas cabales.



Adán y las estrellas lo supieron

En el Jardín. La herrumbre del pecado

(Dicen los cabalistas) lo ha borrado

Y las generaciones lo perdieron.



Los artificios y el candor del hombre

No tienen fin. Sabemos que hubo un día

En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre

En las vigilias de la judería.



No a la manera de otras que una vaga

Sombra insinúan en la vaga historia,

Aún está verde y viva la memoria

De Judá León, que era rabino en Praga.



Sediento de saber lo que Dios sabe,

Judá León se dio a permutaciones

de letras y a complejas variaciones

Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.



La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,

Sobre un muñeco que con torpes manos

labró, para enseñarle los arcanos

De las Letras, del Tiempo y del Espacio.



El simulacro alzó los soñolientos

Párpados y vio formas y colores

Que no entendió, perdidos en rumores

Y ensayó temerosos movimientos.



Gradualmente se vio (como nosotros)

Aprisionado en esta red sonora

de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,

Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.



(El cabalista que ofició de numen

A la vasta criatura apodó Golem;

Estas verdades las refiere Scholem

En un docto lugar de su volumen.)



El rabí le explicaba el universo

"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga."

Y logró, al cabo de años, que el perverso

Barriera bien o mal la sinagoga.



Tal vez hubo un error en la grafía

O en la articulación del Sacro Nombre;

A pesar de tan alta hechicería,

No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,



Sus ojos, menos de hombre que de perro

Y harto menos de perro que de cosa,

Seguían al rabí por la dudosa

penumbra de las piezas del encierro.



Algo anormal y tosco hubo en el Golem,

Ya que a su paso el gato del rabino

Se escondía. (Ese gato no está en Scholem

Pero, a través del tiempo, lo adivino.)



Elevando a su Dios manos filiales,

Las devociones de su Dios copiaba

O, estúpido y sonriente, se ahuecaba

En cóncavas zalemas orientales.



El rabí lo miraba con ternura

Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)

Pude engendrar este penoso hijo

Y la inacción dejé, que es la cordura?



¿Por qué di en agregar a la infinita

Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana

Madeja que en lo eterno se devana,

Di otra causa, otro efecto y otra cuita?



En la hora de angustia y de luz vaga,

En su Golem los ojos detenía.

¿Quién nos dirá las cosas que sentía

Dios, al mirar a su rabino en Praga?
 
 

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