DECIR DEL TALLADOR
Cascajo de balastro
recogido en predio sin dueño,
quien tuvo allí hogar se olvidó del regreso
dejando sus tristezas ordenadamente puestas,
cada paso desteje alguna de ellas,
se me ha dado en tallar lo que me venga,
y mis manos sin virtud sobre esas piedras
hasta eligen idioma
hablan, hablan, hablan
de asuntos que yo no sabía,
que otros poco conocen,
no les sé los nombres, perdonen,
pero expuestas al sol lloran, laten,
gimen bajito,
ese cascajo tallado
como las iras represadas en los rostros
de figuras pequeñas
debe haberse traído consigo
las posesiones de su antiguo dueño,
tristezas y angustias de vasta pelambre
ordenadamente emplazadas.
UN VIERNES CON MAGIA
Como no reconocerte
en este no querer verte del precoz pestañeo,
que sucumbe y se aquieta
ante tus labios que me apresan,
abierto el pecho y los ojos
las coces no quieren salirse
sino que se meten más adentro
como queriendo partirme,
deseando ser caracolitas de playa
en su mar original dentro de un frasco,
y algunos pescaditos de colores
dando vueltas y revueltas en su propio oleaje,
apenas por mis brazos atinando a salirse,
y allí ven los otros desde el frente
este trozo de película gratuita,
mis aspas como locas con tu viento indecente
poniendo sobre ti, en tu piel envolvente,
millones y millones de electrones,
tus latidos en fuga.
MUDANZA
Dejan la piel en este o en aquel portal
(dicen que estamos en temporada de frío)
puede ser un acto profético
o su equivalente en moneda sin valor:
un momento pintoresco
de cuya validez solo sabremos algo
si hoy otra vez conservamos la vida.
El sol acuña su propio dinero,
todos ahora quieren ir bronceados,
músculos tensos, su propio peso en oro,
todos son tan bonitos, soy sincero,
pero córranse un poco,
dejen pasar a la gente por la puerta,
no estorben la luz,
que llegue a mi lugar interior inexplorado
con su espejo de tristeza y calendario.
¡Ah!
Y algún objeto filoso de veras,
que pueda usar llegada la noche
para retirarme la piel vieja
que a simple uña no puedo quitarme...
ODA A LOS HEREDEROS
Que en sus frentes aumenta el sudor
mientras sus palas diezman los escombros
nadie a esta hora puede verlo...
Sobre el grueso cable
tres pequeños cantores hablan veranos
y un nuevo amanecer rompe en colores.
Que unas horas después
es un río de gentes
las que pasan por el sitio,
niños que ríen,
mujeres con la bolsa de la compra,
hombres con cientos de problemas
en el bolsillo, en la testa,
autos...
Y ya no hay ni sombra del escombro
la calle está limpia.
Con su impronta sencilla
no parecen hablar los prados cortos,
ni los vidrios que fulgen o los tensos cables de los postes
que energía transportan, o conversaciones,
o llamadas de socorro.
Más allá una mujer vocea su fruta
y el calor hará el resto...
Un paisaje invisible
aquí, allá,
esparcidos cual pródiga semilla
los herederos del antiguo paraíso
como buscando redención
trabajan.
poesía madura, de amplia llegada. ABRAZO.
ResponderEliminar