El Verbo sana,
aclara,
naufraga...
¡Embriaga!
El Verbo en mi tinta
cicatriza el tajo asumido,
el dolor más temido,
el puente distante conocido.
¡Letra es Destino!
El Verbo en aquella saliva
no es más que polea que esclaviza,
no es menos que latigazo que se eterniza...
¡Esa saña me inmuniza!
El Verbo no es ni fue nunca el paraje
deshabitado donde anclar una mentira.
No puede deshacerse la Palabra
en remiendos y esconder sólo una tira.
El Verbo, tan vasto en significado,
no puede ser más que un cántico de amor...
Perpetuado.
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Verónica Victoria Romero Reyes.
Mi único poema incompleto.
Derechos registrados.
Yo daría el Cielo que se me prometió,
el jardín de emociones de infancia,
el tardío acontecer de la inocencia,
-hasta la vida mía-,
por parar la aguja de pasado en ausencia
en la arritmia que me acongoja con dolor.
Porque no estuve en tu singladura
y otras vieron esa cara al despertar,
entorpezco mis recuerdos con trabada
por no ser capaz del lance olvidar.
Es cántico diario de amargura...
Es espalda de ruina apestillada...
A veces, cuando apoyas tus labios en los míos,
-tú no sabes pero me estás robando el alma-,
no puedo dejar de imaginar que aquéllos otros,
tiempo ha, con pasión, entrega y calma,
pasearon antes la curva rica de tu cuello.
Mis dedos son caballos, quizá un día como potros
te tocaron con galope y sin resuello,
mis manos, tan infértiles e inexpertas
no pueden eludir el marcaje de otra
en tu cuerpo, ahora mío, enternecido.
Y, aunque sólo yo hice nido en tu pestaña
y sólo yo guardé el alma para entregarla
a tus ciudadelas de paisajes prohibidos,
tiene tu camino un algo que me daña
y me aturde, cada noche, los sentidos.
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Verónica Victoria Romero Reyes.
Tuya. Cómplice.
Derechos registrados.
No permitas que un canto de sirena
apostille los temblores que no son míos,
-ni fueron más que vapores de arena-,
no consientas un sueño equivocado,
un soslayo desprendido, un tenue verso de amores
o un caudal tempestuoso en tu vena.
No toleres una rúbrica sin rostro ni faz,
no te amarres al poema erróneo
sintiendo que soy, sólo yo, alma sin antifaz.
Más diatribas que consignas lucen en mi canto.
Más defectos que honras acompañan mi pasear.
Puedo darte un asomo, de la luz, el gentil atisbo;
puedo oírte, entendiendo, vislumbrarte...
Presentirte.
Puedo sajar mi hombro si necesitas un paño,
puedo detener el tren de la lógica humana
si sé de agua turbia en tu manantial y su caño.
Puedo envolverte una lágrima en un suave raso
o encarcelar tu dolor y portarlo yo como grillete.
Puedo decirte que admiro al hombre en su paso.
Puedo decirte que tu voz, en mí, es un estilete.
Pero hago hueco al silencio en el ocaso de la lengua
por no hacerme disidente en mi propio conocimiento,
y el silencio, cuando grita, y es coro que no mengua,
es la compartida sangre de un mismo sentimiento.
Puedo darte lo que pidas y regalarte sin requerir.
Mas déjemos invicta la melancolía
que, al caso,
nunca fue tuya...
Y tampoco mía.
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Verónica Victoria Romero Reyes.
Mi único poema incompleto.
Derechos registrados.
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