DEL CONVENTO
Allí veo, próximo,
a un jilguero silencioso,
pero ese es otro sueño
por cuya conclusión puedo esperar.
Del lado de acá, los motivos de tus ojos
se han plegado en hojas de herbolario
y despiden de sí
colores con brillo de alabastro,
que entierran su virtud en la oposición a mis caricias.
La calma del abrazo
envuelve nuestras calladas solitudes
y puede ser la noche
un murmullo inocente de Dios,
que necesita los cantos de todas las aves
y nuestro sueño gastado
para transformarse en madrugada...
Quédate así, acorde horneado de mi cuerpo,
que improvisa humedades
en la pulcra e inocente factoría de arritmias
que te hace la piel,
y no murmures formales oraciones,
mejor canta...
Yo,
como las desdeñadas hojas del suelo,
prefiero aquel sueño profundo de estación de tren
y el despertar con el viento que parece hablarte,
a los volcanes de erupciones cortas,
a las guerras de la verdad,
de la soledad,
del triunfo.
DE PASADORES Y HERRUMBRES
¿Qué verían las ventanas ayer?
¿Qué cortejo de dolientes
midió lentamente con sus pasos
el caliente cemento de afuera?
Como tapia levantada en pares,
el resquicio sin luz de la hendidura
donde las partes simétricas se unen,
explica que prefiera la penumbra
y el callado oscurecer de las estancias,
a ese ruido lenguaraz
que multiplica el berrinche de todos,
ese que corre a toda hora imprecando al silencio,
que paciente aguarda a quienes oran
con su súplica muda...
Qué verían,
acaso los quehaceres de la muerte
vestida con el betún de los exostos,
tras de los pasos de los niños
vueltos viejos a fuerzas,
vestida de rutilos falsos, buscando
la miel de esta tierra, los niños,
hiriéndolos en el mismo surco del vientre del ámbar,
el salino fondo de la vida.
No solo yo,
otros sin nombre preparan los martillos y las hachas,
las palabras sinuosas como edictos nobles
empiezan a brotar,
como por magia abriendo las ventanas,
más vale abrir la casa al poco aire
que murmura y da vida todavía,
y no encerrar otro latido
en corazón de piedra sin aldaba.
ÚNICO ALIMENTO
Tierna mirada
en el quicio abierto de la puerta
en mitad de la noche,
pequeño canto,
recuerdos,
las almas otrora extraviadas que mudan de piel
y bendicen la intemperie de la vida,
tiran las cartas a la suerte, y se ríen
de no predecir,
de no predecir.
Brindo a tus ojos odalisca,
y el aire que llena mis pulmones
me sabe hoy a champaña,
vaya uno a saber cómo pasa lo que pasa,
si estas hojas de otoño no serán mi cobertor mañana,
y esta boca tuya, manjar de los dioses,
y estas palabras de aliento,
y esta emoción sin nombre ni apellido,
ni justicia,
ni explicación siquiera,
serán mañana mi único alimento.
ESTA CASA DE GUERRA
Que más triste obituario
para el hedor del muerto poeta,
que sus escritos volando por el viento
de un lugar desierto,
un sitio sin nombre.
Las puertas, las ventanas de cuarteada madera
se prendieron del herrumbre de sus goznes,
y no hay ningún aviso por ahí
que inculpe a la guerra por tan vivos estragos,
quien de lejos divisa imagina siempre
que hubo más muertos que solo uno.
La yunta tirada
parece querer echar raíces,
pero esta triste tierra
ha olvidado también lo que es el agua,
lo que es la vida puesta sin esfuerzo,
como deja la caca una alondra
o una vaca se duerme
sin dejar de masticar alguna cáscara
¿cómo será la nostalgia, dios,
perdida la memoria
de la corte de voces que en su boca hablaba?
AL DIA DE AYER
1
Los trágicos días vestidos con los mismos trapos
y el cuerpo transpirando maquillajes,
cortas epistemes del espíritu
indicadas para esto,
escritas de algún modo
en el prontuario de ese médico exhausto
que medio duerme dentro...
2
Si los dedos cortados y la hendida planta
prefieren caminar las horas
o entonar los ecos,
anúdales un trapo en torno,
con fuerte fibra, con hermoso nudo,
no importa que se sangren los zapatos,
son tuyos,
no importan los ojos endiablados,
cubiertos,
ennubados por el llanto
de zapatos que hieren...
La derrota se olvida
en el dolor de un paso hasta otro paso,
con tu afán sin sentido
los innúmes caminos no son tantos.
3
Hoy,
por ventura,
es el nombre de una opereta del pasado
cuyos perdidos actores se esconden angustiados por su fama
sin completar otro acto en que se explica
cómo todo lo que empieza acaba.
Vaivén de la hoja,
movimiento de péndulo indoloro,
sincopado, sublime,
que ajusticia breves vientecillos sin nombre
ni recuerdo de origen,
te pareces yo creo
a algún escapulario por el sudor oscuro
que anudado al cuello
no pudiera ver los quemones
-tan fríos, tan frescos-
que ha causado la nieve puesta sobre el rostro
para enfriar las marcas de calientes recuerdos.
Serías elegía fantasiosa si brotaras del bosque
volando entre mil ojos amarillos
que te observan sin causa,
seguro como krisna volarías
pero no es este el caso.
El viento no es la voz entre las nubes
ni entre el verde hay rituales milenarios.
Solo somos dos almas que se alejan,
dos solos que desean tanto
y ya no saben que tanto se desean.
poemas escritos por JOSE IGNACIO RESTREPO
DERECHOS REGISTRADOS
Como todo lo que empieza acaba.
ResponderEliminarVaivén de la hoja,
movimiento de péndulo indoloro,
sincopado, sublime,
que ajusticia breves vientecillos sin nombre
"...La derrota se olvida
ResponderEliminaren el dolor de un paso hasta otro paso,..."
como viento paso...un dia pesado me espera...pero te he visto y no puedo dejar de sostenerme en tu rizo de versos y giradas voces, rubia del aire bueno, de los trinos de mi mañanero y furtivo azul sinsonte...
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