SI, NARCISO...
Como al mismísimo Dios él le miraba,
con el espejo como testigo juguetón,
donde aquiescente el sol les descubría
a la luz, al amor...a la alegría...
Sólo eran dos, en los extremos de la vida,
Filemón, el abuelo le decía, con el espejo
como amigo y como guía:
- Eres tan bello como la misma poesía,
más hermoso que el lago y el verano,
más bello que el narciso anochecido
que en el pantano nos ve,
que tan perfecto es porque de nadie es,
eres como ese narciso, Segismundo,
tu mirar de las estrellas es profundo...-
El abuelo Filemón y el bello nieto,
anduvieron por años y el espejo
no dejó de ser amigo enajenado
de la belleza obsecuente del enano
que igual que todos vio pasar el tiempo,
vio encanecer la cabeza del abuelo
y un mal día su pulso sujetó,
hasta que este dejó de hablar del pecho,
del corazón que tanto le auguró
una belleza franca desdoblada,
que ni aun las féminas tendrían,
pues la suya era mejor que poesía,
mejor que las estrellas y la risa,
de narcisa superior a celestial...
Filemón se murió, no pudo ver
en que se convertía Segismundo,
que de insistir y bregar por esa guisa
terminó desistiendo de lo obvio,
que no era la belleza su dilema
sino lo que llevaba por las venas,
las ganas de mirarse en el espejo
y ver en su reflejo que no era
lo que en tantas ocasiones le dijera
su abuelo enamorado de lo bello,
el no podía ser más de lo que era
de masculino hacerse femenino,
pero adosado al remanso del espejo,
la clara división de su agonía,
una noche cualquiera convencióle
y logró transformarse por completo...
La calle la miró entre asombros pobres,
acaso no era el público adecuado,
pero era una mujer hecha de un hombre
al revés de como dice la escritura,
de la costilla de él se hizo a ella,
esta hembra de hombre construida
ha salido a la vida y a la noche
sin que nadie responda por el hecho,
Filemón está muerto y su osadía
de nombrar la belleza noche y día
ante el alma querida de su nieto
dio fruto decisivo, irrefrenable,
y ahora sólo queda en el espejo
una nota furtiva de un amante
y la mancha del rimmel algo añejo...
JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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